El impacto de la ESG en el valor de las compañías
Pablo H. Plá, CEO San Miguel
Publicado el 16 de Agosto de 2024 en Infobae
Los criterios ambientales, sociales y de gobernanza resuenan con fuerza ya que proporcionan clasificaciones específicas en materia de sostenibilidad empresarial que la RSE no brindaba
Pasamos de la Responsabilidad Social Empresaria, al más abarcativo RSC (Responsabilidad Social Corporativa), que comprende todo tipo de organizaciones, independientemente de su tamaño, actividad o sector.
El desarrollo sustentable en las organizaciones ha experimentado una evolución significativa a lo largo de los años. En este sentido, el interés por el cuidado del medio ambiente llevó a que las compañías aplicaran estrategias mensurables para seguir siendo elegidas e incluso, para recibir financiamiento.
En sus inicios, el desarrollo sustentable se centraba principalmente en la conservación y protección del ecosistema, sin embargo, con el tiempo, este enfoque se amplió para incorporar los aspectos sociales y económicos.
Cuando en 1953, el economista estadounidense Howard R. Bowen forjaba el concepto de RSE, incorporaba una visión ética de los negocios, al involucrar también el compromiso de las empresas a contribuir a la mejora de la calidad de vida de la comunidad local en la que se inserta, es decir, sus clientes, proveedores y colaboradores.
El desarrollo sustentable se centraba principalmente en la conservación y protección del ecosistema, sin embargo, con el tiempo, este enfoque se amplió para incorporar los aspectos sociales y económicos
Los términos han ido evolucionando. Pasamos de la Responsabilidad Social Empresaria, al más abarcativo RSC (Responsabilidad Social Corporativa), que comprende todo tipo de organizaciones, independientemente de su tamaño, actividad o sector.
Al mismo tiempo, se incorporaron vocablos como Sustentabilidad y Sostenibilidad que, si bien son similares, no son lo mismo.
El desarrollo sustentable, centrado en el uso racional de los recursos naturales, refiere al proceso que busca alcanzar un equilibrio entre la explotación de los mismos y el medioambiente, evitando alterar la conservación y el estado en el que se encuentran, protegiendo los sistemas naturales y la calidad de vida de las personas. La implementación de energías y tecnologías limpias, así como también la reutilización y el reciclaje de objetos y materiales están íntimamente relacionados con este concepto.
Por su parte, el desarrollo sostenible –que fue plasmado en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 de la ONU–, tiene como objetivo el erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos, a partir del progreso socioeconómico, teniendo en cuenta los cambios que experimentan las sociedades.
Indicadores medibles
Con el objetivo de dar respuesta a la demanda de integrar a la sociedad a la estrategia de inversión, emerge la necesidad de incorporar indicadores y ratios medibles, como parte de la información pública de las entidades.
Es así que los criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) comenzaron a resonar con fuerza, ya que proporcionan clasificaciones específicas en materia de sostenibilidad empresarial que la RSE no brindaba. Ambos enfoques de sostenibilidad priorizan la preocupación en el ambiente y la sociedad en la que operan las empresas. Una organización puede implementar ambos considerándolos complementarios, ya que colaboran con la gestión del impacto de la organización en su comunidad.
Las empresas que adoptan un enfoque responsable y generan un impacto positivo en su entorno tienen mayores posibilidades de construir una reputación sólida, atraer inversionistas comprometidos y generar resultados financieros sostenibles a largo plazo.